4 de Septiembre - Día del inmigrante

viernes, 17 de septiembre de 2010

"Con los brazos abiertos"
La apertura hacia la llegada de habitantes de todo el mundo fue uno de los principales argumentos que esgrimió nuestra pujante nación en los años posteriores a su nacimiento. Hoy, tras dos siglos de constante inmigración, podemos afirmar con orgullo que en la Argentina conviven en armonía las más diversas colectividades de todo el planeta.

"Gobernar es poblar", sostuvo con firmeza Juan Bautista Alberdi -uno de los forjadores de la Argentina moderna- convencido de que la consolidación de las extensas fronteras de nuestro país requería de numerosos habitantes para los amplios espacios aún sin poblar. Para construir una Argentina integrada al mercado mundial se requirieron numerosas cantidades de personas, que en su mayoría llegaban de Europa.

En sus raíces más profundas, la Argentina que llegó a ser considerada granero del mundo se ha nutrido del trabajo, el esfuerzo y las esperanzas de miles de inmigrantes, provenientes de los más recónditos y variados lugares del mundo.

No hay dudas de que la inmigración está presente en la historia nacional casi desde los comienzos de nuestra conformación como nación libre e independiente, y es importante rescatar de aquella experiencia la capacidad de construir un país abierto al hombre de trabajo, sin importar su origen, raza o religión.

Aunque la distancia entre aquella sociedad promisoria que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos y la actual es muy grande, una fecha tan significativa como la de hoy siempre es propicia para reafirmar la convicción de que todos los trabajadores, inmigrantes o no, deben gozar de los mismos derechos y obligaciones, garantizando la igualdad de oportunidades en el marco de las normas legales vigentes. Así lo pide S.S. Juan Pablo II, en su encíclica Laborem Exercens: "Lo más importante es que el hombre que trabaja fuera del país natal, como emigrante o como trabajador temporal, no se encuentre en desventaja respecto de los demás trabajadores de aquella sociedad. La emigración por motivos de trabajo no puede convertirse de ninguna manera en ocasión de explotación financiera o social. En lo referente a la relación del trabajo con el trabajador inmigrado, deben valer los mismos criterios que sirven para cualquier otro trabajador en aquella sociedad. El valor del trabajo debe medirse con el mismo método y no en relación con las diversas nacionalidades, religiones o razas. Con mayor razón, no puede ser explotada una situación de coacción en la que se encuentra el emigrado. Todas estas circunstancias deben ceder absolutamente, frente al valor fundamental del trabajo, el cual está unido con la dignidad de la persona humana."

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